martes, 15 de mayo de 2012

No decir. O nombrar la nieve...

He elegido el silencio. Sobre los péndulos y el reloj encarado hacia el sur, sobre todos los restos de café y las cajas que rehuyen el verbo porque están llenas de polillas y sentimientos lacerantes y dañinos como polillas. Polillas extendiendo entre la ropa pequeñas cavidades informes, invadiendo como intrusos lo que no les pertenece... Las otras polillas, las que anhelan la luz y expiran aplastadas por un foco vulgar que ni siquiera va a ser capaz de lamentar su muerte, despiertan en mí otro tipo de sensaciones, casi todas bastante cercanas a la lástima.

Morir cegados. Otra vez se recrea en sí mismo un instante extendiendo una imagen de estufas apagadas y respiraciones proclives a lo arrítmico. El no ritmo es también la muerte de todas esas polillas, animales repugnantes (porque agujerean la perfección de la tela que nos cubre). Nosotros, que también describimos con las manos espacios vacíos y respiramos la luz para morir cegados, somos más repugnantes que ellas. Pero al decir silencio evitamos el foco, escogemos, al fin es solo eso, no calcinar palabras y costumbres.

Decir silencio. Sobre aquello que ahora cede a las láminas, incluso sobre las palabras que podrían verterse como una tormenta en un tendido eléctrico... he elegido el silencio. 

LG.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por tu blog Lidia,me gusta bastante,y de este tipo de blogs son los que hacen faltan hoy en dia en esta sociedad en la que falta tanta cultura.
    Te sigo en twitter.

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  2. Muchas gracias. Me alegro de que hayas encontrado algo que fuera de tu interés por aquí, alienta... Un saludo.

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