viernes, 30 de noviembre de 2012

(i)

Regresó con las pupilas llenas
y eso siempre escuece en la garganta

(porque el dolor sí,
el dolor desfigura los sentidos,
configura los sentidos).

                    *

Hay maneras de morir en Occidente
pero se oculta la sangre,
pero se adora lo aséptico,
pero la muerte es frágil
como un ramo de flores.

Entonces el polvo es sólo para los niños sucios,
para los cuerpos sucios,
para los mundos sucios tejidos de fronteras,
acuerdos bilaterales, resoluciones de la ONU,
un transcurrir de heridas y de gasas.
El hedor a orín de los orfanatos,
los enfermos mentales saludando en la puerta,
las vendedoras de abalorios,
el agua para desentumecernos,
la danza de los cuervos sobre el río:
la maravilla aquí es no olvidar la muerte,
la Humanidad pariendo
aunque después
reniegue de sus vástagos.



miércoles, 14 de noviembre de 2012

Tu día

Ha amanecido el día en lámparas de aceite,
palabras que rezuman un hambre
de hogaza y dignidad.

Mañana es tiempo de equipaje,
te he nombrado hoy,
han dicho:
92 años.
(No importa,
ahora que desconoces
la rutina del reloj).

También yo voy a marchar,
pero no al barro-vientre de la tierra;
sobre el motor helado
de un avión
-es frío lo que arde,
acuérdate-
pienso escindir el cielo en dos mitades.


el deseo es regresar,
siempre regresar,

al tiempo de las velas.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Dije adiós a las calles que dan al mar,
a la acera que se arroja sobre el azul inmenso.
Y cantaron dos niños con las manos mojadas:
acude aquí garganta de los peces
y no nos dejes solos.



sábado, 3 de noviembre de 2012

(Suite francesa, Irène Némirovsky)

"Se oían cañonazos bastante lejanos, pero, a medida que se acercaban, todos los cristales temblaban en respuesta. En habitaciones cálidas con las ventanas cuidadosamente tapadas para que la luz no se filtrara fuera, nacían criaturitas, y su llanto hacía olvidar a las mujeres el aullido de las sirenas y la guerra. En los oídos de los moribundos, los cañonazos parecían más débiles y carentes de significado, un ruido más en el siniestro rumor que acoge al agonizante como una ola. Acurrucados contra el cálido costado de sus madres, los pequeños dormían apaciblemente, chasqueando la lengua con un ruido parecido al cordero al mamar. Los carretones de las vendedoras ambulantes, abandonados durante la alerta, esperaban en la calle, cargados de flores frescas."