miércoles, 23 de mayo de 2012

Los números impares y mes de (qué) flores


"Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia."  
  A.Pizarnik



Es primavera y el sol cae como un paracaidista mal entrenado sobre las cabezas de cuatro o cinco niñas que esperan sobre un bordillo a que sus abuelos salgan del Hogar del Jubilado. Prefieren aguardar pacientemente,  después de todo hacer tiempo para conseguir un polo de alguna fruta cítrica es siempre mucho más entretenido que recoger la mesa, ver a la abuela coser una puntilla para las toallas o rasgar las paredes de papel con uñas diminutas y respiración itinerante.

Es primavera, pero desde una terraza con vistas a una calle sin asfaltar.  Eso quiere decir que el horizonte ya no pende de alguna higuera o de enormes matas de girasoles. En Madrid el sol no se asemeja al de Castilla pero se afana en reflejarse furiosamente sobre las cuerdas metálicas de tender la ropa y, a veces, te permite observar de modo nítido a un niño que lleva entre los brazos un balón negro y refunfuña su deseo de continuar el partido aun cuando la noche ha dejado de ser una invitación. En ese momento se escuchan las dos palabras que preceden al silencio y las almohadas: “¡A cenar!”.

A veces recuerdas que en casa tenías una ardilla. Podías lanzar debajo de la mesa restos de pan o algún garbanzo negro (de esos de la suerte, cuánto te repugnaba su color de encías podridas), podías jugar con aquella bola castaña de dientes finos como las extremidades de los perros que acompañaban a papá en aquellas jornadas –incomprensibles para todos sus vástagos- de rifles, madrigueras y vallas metálicas. También la memoria se queda para sí otros momentos vivos como rabos de lagartija: eres capaz de verte agarrada a una mano morena y nervuda recorriendo puestos cualquier mañana de domingo en el Rastro, de rescatar por un momento los colores, las voces lanzadas desde lenguas indescifrables, las monedas de duro y el cansancio elevando la planta de tus pies. Tomar el autobús era una hazaña que relatarías orgullosa a tus amigos al día siguiente en el colegio, continuamente intentabas hilar explicaciones fantásticas y episodios de cuento, tenías siempre una nueva historia colgando de aquellas trenzas rubias y apretadas. A la hora de la siesta la imaginación era un bote encallado en lugares que no te apetecía explorar y preferías quedarte dormida sin ni siquiera haberte desvestido, ya vendrían a ocuparse de ello otras manos que entendieran mejor de rutinas, pautas o listas de la compra.

Una tarta elegida por ti en una pastelería cercana a vuestro portal presidía la mesa, sobre ella se podían contar siete velas y varias trufas de chocolate puro. Sabías que si lograbas apagarlas todas una algarabía de voces cantaría una canción para ti; con mucha suerte también podrías ver próximamente un deseo cumplido. Había cajas que contenían sorpresas bajo el papel de regalo. Aquel momento parece suceder aquí, de nuevo: un niño más pequeño que tú llora mientras sostienes entre las comisuras una especie de arcoíris vuelto; la sonrisa es, junto al juguete que aprietas entre las manos, un estandarte de victoria sobre nadie en especial, pero ni siquiera los globos que estallan a destiempo van a lograr desdibujarla...

sábado, 19 de mayo de 2012

Futuro


Lejano inmenso inabarcable desde estos cuerpos      v   c
                                                                             e   a
                                                                            r    l
                                                                             t    e
                                                                             i    s
                                                                             
                                                                                     finitos
                                                                                                     putrefactos.





"Ninguno de nosotros está intacto y, sin embargo, llevamos dentro todos los continentes, los mares que separan los continentes y las aves del aire. Vamos a consignarlo: la evolución de este mundo ha muerto, pero no ha recibido sepultura. Estamos nadando en la superficie del tiempo y todo lo demás ha naufragado, está naufragando, va a naufragar."
Trópico de Cáncer, Henry Miller

martes, 15 de mayo de 2012

No decir. O nombrar la nieve...

He elegido el silencio. Sobre los péndulos y el reloj encarado hacia el sur, sobre todos los restos de café y las cajas que rehuyen el verbo porque están llenas de polillas y sentimientos lacerantes y dañinos como polillas. Polillas extendiendo entre la ropa pequeñas cavidades informes, invadiendo como intrusos lo que no les pertenece... Las otras polillas, las que anhelan la luz y expiran aplastadas por un foco vulgar que ni siquiera va a ser capaz de lamentar su muerte, despiertan en mí otro tipo de sensaciones, casi todas bastante cercanas a la lástima.

Morir cegados. Otra vez se recrea en sí mismo un instante extendiendo una imagen de estufas apagadas y respiraciones proclives a lo arrítmico. El no ritmo es también la muerte de todas esas polillas, animales repugnantes (porque agujerean la perfección de la tela que nos cubre). Nosotros, que también describimos con las manos espacios vacíos y respiramos la luz para morir cegados, somos más repugnantes que ellas. Pero al decir silencio evitamos el foco, escogemos, al fin es solo eso, no calcinar palabras y costumbres.

Decir silencio. Sobre aquello que ahora cede a las láminas, incluso sobre las palabras que podrían verterse como una tormenta en un tendido eléctrico... he elegido el silencio. 

LG.

jueves, 10 de mayo de 2012

De ausencia y brújulas

Ausencia en todo pruebo:
tu boca me destierra.
Ausencia en todo siento:
ausencia, ausencia, ausencia.
Miguel Hernández

                                                               Fotografía de Len Prince

Extender sobre el otro espacios huecos como enormes piscinas en noviembre no debería ser un hábito congénito a todos los seres humanos, mucho menos a los amantes. Pero los amantes siempre atisban un nuevo espacio por conquistar, no arriban en una tierra para admirarla ojopláticos y pacientes: desean hacer de cada paso un símbolo inconfundible de su propia presencia.

LG.

sábado, 5 de mayo de 2012

Todo el amor hecho de témperas

"Se le ocurría pensar que el amor del pintor por ella sólo podía basarse en alguna confusión y le preguntaba a veces por qué la quería (...); le decía que la amaba como el carnicero ama los ojos atemorizados de la ternera y el rayo a la quietud de los tejados; le decía que la amaba como se ama a la mujer querida, arrancada de la estupidez de su hogar."

La vida está en otra parte, Milan Kundera.


                                                                                  After the bath 1884, E. Degas
                                                    

Todo el amor hecho de témperas, trazos tan finos como las hebras que reposan en el taller de costura. Todas las hebras que redimen las telas rotas... Un hombre lleva a arreglar un precioso conjunto de su esposa, ella se diluyó en años que discurrieron entre las tuberías de un hogar habitado pero no compartido; y ahora hilvana otro amor, se cose las pestañas y las manos, los muslos temblorosos, con otro cuerpo mientras su ropa de domingo descansa en un taller y su marido paga la cuenta de la bella máscara que la enfunda a veces.

LG

martes, 1 de mayo de 2012

La desnudez y los escombros

Han ardido.
El tumulto se aferra a los cubos
y tiene enrojecidas las facciones,
las encinas son lenguas 
arrasadas por el fuego;
ya no cercan los cuerpos
despojados de señas
y límites:
la desnudez excede los sentidos.

Nunca tuvieron ojos las encinas
pero todo el sudor, la partitura
sujeta entre las ramas
y el peso de los mirlos
heridos por el plomo,
todavía golpean en el aire. 

Y a las nucas enlazadas a otras manos
y a la respiración henchida 
y silenciosa de la tierra
acuden los escombros,
regresan las cenizas...

LG.