viernes, 29 de junio de 2012

Más allá de grafías no me nombro,
                                                    ¿no es triste tener voz 
                                                    si todo lo conoce
                                                    con equidad distante? 


                                                  

domingo, 24 de junio de 2012

Lo que olvidan los mapas y guías de viaje

Ignoras a qué sabe la tierra, a qué distancia exacta aguardará esta vez lo que terminará muriendo en los trayectos. Las chamizas de tierra seca no atienden ningún llanto: ni siquiera los gritos de las parturientas conmueven un milímetro su armadura arcillosa.

Allí los cementerios no suelen tener lápida, para qué si la boca que quiere nombrar al que se ha ido escucha más alto el bombear de la sangre en su estómago. ¿Hacia dónde se yergue el luto? Puede que las moscas acompañen los cuerpos. Eso es todo, no vale la pena detenerse en el porvenir de un esqueleto nuevo ahora que frente a ti asoma un niño. Sonríe, parece vislumbrar un horizonte abriéndose en posibles, aunque tan solo algunos burlen al camposanto. Tiene las manos extendidas, igual que quien resiste de una manera pura: como cuando golpea el Sol entre los ojos y los cierras aprisa, incapaz de intuir otras opciones. 

Su boca descansa en el pecho que llena sus dientes de leche, a él le sanan sólo los brazos tendidos al futuro. Y sin embargo, tiene también azul el rastro del dolor. Recuerda las palabras del chamán, cada mezcla esparcida en una tabla, los olores cítricos y el suave ir y venir de canciones sibilantes y manos que se chocan invocando a otra mano infinita. A otra mano capaz de interceder. Se pregunta si el cielo esperará a los niños que se marchan sin haber usado jamás unos zapatos. A los niños-esqueleto de espiga, a los niños-ancianos, a los niños-reflejo del mundo que duerme abrazado a ese otro horizonte al que asfixia. 



                                                      (Fotografía de Walter Astrada)

                               

miércoles, 20 de junio de 2012


"In people’s eyes, in the swing, tramp, and trudge; in the bellow and the uproar; the carriages, motor cars, omnibuses, vans, sandwich men shuffling and swinging; brass bands; barrel organs; in the triumph and the jingle and the strange high singing of some aeroplane overhead was what she loved; life; London; this moment in June." Mrs Dalloway, Virginia Woolf




sábado, 16 de junio de 2012

Los billetes y otras cosas que te invitan a marchar...

Los días caen desde los miradores:
ojos nuevos después de tanto óxido.


Espacio,
costillas asfixiadas
-de- sudor.

La puerta de embarque
se asemeja a las fauces del lobo
(pensamiento infantil antes de decir adiós);
arrugas tu falda como cuando sumabas seis años,
a veces todo el cielo te cabe en la mejilla
y ya no sabes qué.

QUÉ.





domingo, 10 de junio de 2012

Los poetas que escupen en sus vasos

"Todos los hombres rezan al espanto de la vida
Toda tiniebla reza al espanto
Y la única tiniebla es la tiniebla de la vida"
Leopoldo María Panero

Algunos no sonríen, tienen ojos de vidrio
y el licor les resbala entre los dedos.
Perder es como un juego de rayuela:
quien no siga las líneas 
conducirá sus pies hacia los precipicios;
y la derrota es esto:
el cuerpo al borde,
riendo desde lejos aquellos que no saben 
el mapa de la herida, los mismos
que celebran un horizonte tenue
como decir amor en salas de hospital.

También sostienen sus pedazos...
pero es tu cuerpo el que está al borde.
Ves al fondo tu rostro descarnado,
de él mana la sangre
y te saluda el niño 
que balbuceaba papá entre las bofetadas.

Los médicos suministran la amnesia,
el latín bombea otra vez en las sienes, 
algunos sueños duran días 
y recuerdas cómo tu madre
te acunaba, aún joven, en sus piernas;
tú eras un niño que debía saber
dónde estaba la suma de la niebla y el eclipse
y cómo se comportan los hombres respetables,
el modo de retener las lágrimas,
de escudriñar el mundo sentado en un despacho.

(Mamá nunca lo dijo 
pero en la tinta
se gestan muchas sogas).

Tú debías saber,
te repetían siempre...
desconociste casi todo.
Ni siquiera distingues los nombres que te llaman
de entre todas las voces que son solo un disfraz.
Ahora hay días para celebrar la lectura o el fin exámenes,
estás sentado en una caseta, el cenicero lleno de colillas.
Alguien pide una firma y entonces tú trazas unas palabras
en la segunda página de un libro:
orín sobre la tumba de mi padre,
es eso en lo que piensas,
pero escribes cualquier formalidad apresurada,
recoges un billete,

maldita la certeza de los vivos.


LG.