sábado, 3 de noviembre de 2012

(Suite francesa, Irène Némirovsky)

"Se oían cañonazos bastante lejanos, pero, a medida que se acercaban, todos los cristales temblaban en respuesta. En habitaciones cálidas con las ventanas cuidadosamente tapadas para que la luz no se filtrara fuera, nacían criaturitas, y su llanto hacía olvidar a las mujeres el aullido de las sirenas y la guerra. En los oídos de los moribundos, los cañonazos parecían más débiles y carentes de significado, un ruido más en el siniestro rumor que acoge al agonizante como una ola. Acurrucados contra el cálido costado de sus madres, los pequeños dormían apaciblemente, chasqueando la lengua con un ruido parecido al cordero al mamar. Los carretones de las vendedoras ambulantes, abandonados durante la alerta, esperaban en la calle, cargados de flores frescas."



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