lunes, 10 de diciembre de 2012


Rojo

El rojo era tu color.
Si no había rojo, blanco entonces. Pero rojo
era lo que envolvía tu alrededor.
Rojo sangre. ¿Era sangre?
¿Era ocre rojizo, para confortar a los muertos?
Hematita para hacer inmortales
los preciosos huesos enredados, los huesos de familia.

Cuando al fin te saliste con la tuya
nuestra habitación fue roja. Una sala de juicios.
Un cofre cerrado para gemas. La alfombra de sangre
decorada con diseños oscurecidos, como coágulos.
Las cortinas –sangre rubí de pana,
cataratas de pura sangre del techo al suelo.
Igual los cojines. El mismo 
rojo carmín en los bancos bajo la ventana.
Una celda marcada. El templo de un altar azteca.

Sólo las estanterías escaparon en su blancura.

Y fuera de la ventana
amapolas finas y frágiles
como piel sobre la sangre,
salvias, de las que tu padre tomó tu nombre,
como sangre brotando de una laceración,
y rosas, las últimas gotas de tu corazón,
arteriales, catastróficas, condenadas a muerte.

Tu falda larga de terciopelo, un manchón de sangre,
espléndido color borgoña.
Tus labios bañados de carmesí profundo.
Te deleitabas en el rojo.
Yo lo encontraba duro –como los bordes crujientes de gasa
en una herida reseca. Quise tocar
ahí una vena abierta, la costra del destello.

Todo lo que pintabas lo pintabas  blanco
y luego lo salpicabas con rosas, lo derrotabas así,
inclinándote, ponías chorreantes rosas,
rosas lagrimosas, rosas y más rosas,
y a veces, entre ellas, un pequeño pájaro azul.

El azul hubiera sido mejor para ti. Azul son alas.
Sedas azules como el martín pescador de San Francisco
envolvieron tu embarazo
en un crisol de caricias.
El azul era tu espíritu cordial –no el necrófago demonio
electrificado, sino un guardián, solícito.

En el foso del rojo
te escondías de la blancura de hueso de la clínica.

Pero la joya que perdiste era azul.


TED HUGHES, traducción de Luis Antonio de Villena.

2 comentarios:

  1. El rojo tiene algo especial, asusta y atrae... Me gusta. El azul también tiene su gracia y sí que es color de guardián. Yo conozco un guardián, pero no es de los azules con porra y sin placa. Qué va. Es guardián, como el del centeno de la novela de Salinger, y él sí que es rojo. Yo también soy un poco roja, pero mi color es el verde. Siempre verde. Mi habitación es verde, con su colcha y sus cojines verdes. Las estanterías no y las cortinas tampoco, porque no hay cortinas. Odio las cortinas. Que se vea bien el cielo, el campo verde y los pájaros...que no suelen ser azules.

    A veces más que escribir, hilvanamos pensamientos sin sentido. ;)

    ResponderEliminar
  2. Me ha hecho sonreír eso de "yo también soy un poco roja, pero mi color es el verde" y creo que comparto el odio a las cortinas en ciertos momentos, sin embargo, a veces me resultan inmensamente necesarias: la percepción de estar en un lugar y el mundo al otro lado, la invitación a la búsqueda, me resultan gratas. Lo que no sé decirte, y mira que llevo una ratito con esa pregunta, es cuál es el color que yo elegiría... supongo que tendré que darle vueltas:)

    ResponderEliminar