viernes, 31 de mayo de 2013


"Aún pareció que podríamos abrirnos paso entre el gentío, que en un momento estaríamos juntos. Tan inevitable, sin embargo, como que seguiríamos nuestro camino. Y eso hicimos. No hubo un grito entrecortado, ni una mano en el hombro cuando llegué a la acera. Sólo el destello que capté en uno de sus ojos, apenas más abierto que el otro. El ojo izquierdo, tal como lo recordaba, siempre el izquierdo, que le daba aquella expresión de extrañeza, alerta y asombro, como si se le acabara de ocurrir una idea tan descabellada que diera risa.

Para mí fue igual que cuando me marché de Amundsen en aquel tren, todavía aturdida y perpleja. 

La verdad es que en el amor nada cambia demasiado".

Mi vida querida, Alice Munro



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