me inclino y te saludo,
eres tú, soy como tú,
reconozco tus labios
y el hoyo suave en la base del cuello.
Hay tanta distancia entre lo idéntico
-afuera todo es verde, hace sol
y la brisa es delgada-,
tan imposible que me extiendas la mano.
Te imagino de niña, quieta
un momento mientras los otros
corren, sintiendo el aire
en las mejillas rojas;
sonreirías después, cuando te reclamaran.
Es como si mi vida hubiera sido tuya.
Y no me mirarás. Lo único
que importa es siempre lo imposible.
Afuera es tan azul el cielo.
Olvido García Valdés
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