No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
Cuando cruzas el parque y yo te espero
sentada con un libro en las rodillas,
comprendo un poco más acerca
de los lazos y el estertor violeta
que engarza a los amantes
en un latido agónico y sediento.
Algo puedo intuir de sus ensoñaciones,
en la celeridad
con que sucede todo,
en la escasa mesura
del tacto coronando en sudor
lo extenso y lo finito,
derramando la luz sin centro,
sin contornos.
sin contornos.
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